Introducción
En
cualquier prueba de natación, la partida
del atleta reviste importancia estratégica. Debe ejecutarse de manera rápida y
con buena técnica; de lo contrario, el nadador se verá en una situación de
franca desventaja frente a sus rivales desde el inicio mismo de la competición.
Por ello, su práctica debe ser constante e insumir una parte considerable del
entrenamiento, hasta alcanzar la ansiada perfección (desde luego, dentro de las
posibilidades humanas).
Este
ensayo busca analizar la partida común a los estilos pecho, mariposa y libre,
dejando para otra ocasión la salida que se ejecuta en el estilo de espalda, la
cual presenta numerosas peculiaridades. Por razones didácticas, se utilizará un
modelo secuencial que divide la
salida del atleta en seis (6) fases concatenadas. Todas ellas, desde ya, deben
ser cumplimentadas correctamente.
Posición inicial del cuerpo
Antes
de lanzarse al agua, la reglamentación FINA vigente prescribe que el deportista
se suba al cubo de partida. El primer
aspecto a tener en cuenta, es que los dedos de los pies sujeten la plataforma
de partida. Así, cuando se inicie la competencia, el atleta ejercerá una fuerza
de empuje hacia el cubo que lo proyectará hacia
adelante, evitando que su “vuelo” resulte predominantemente hacia arriba,
lo que le haría perder preciosa distancia de avance.
Las
piernas del nadador deben permanecer semi-flexionadas. Sus manos deben tomar
las aristas superiores del cubo, sea por dentro o bien por fuera de las
piernas. Su cabeza debe situarse muy próxima a las rodillas. Su mirada tiene
que proyectarse hacia abajo, al tiempo que la pera debe pegarse al pecho. La
cadera del competidor —convertida en su centro de gravedad— debe hallarse lo más
cerca de los pies que resulte posible, al tiempo que se eleva la cola.
Existen
dos posibilidades en cuanto a los pies del competidor: quienes prefieren una
partida de tipo ortodoxo, consideran que los mismos deben estar juntos,
mientras que los entusiastas de una partida “estilo atletismo” aconsejan
colocar un pie delante y otro detrás, manteniendo el talón de este último pie
levantado. Usualmente, se recomienda practicar ambas clases de salida y, en el
segundo caso, probar adelantando primero la pierna más hábil y luego la otra.
Despegue del nadador
La
salida propiamente dicha tiene lugar cuando el nadador abandona la superficie
de la plataforma de partida. Se inicia con una pequeña pérdida de equilibrio.
De inmediato, las piernas —que se encuentran semi-flexionadas— se extienden y
el cuerpo sale proyectado con fuerza hacia adelante. Es de suma relevancia que,
en forma simultánea y coordinada, los brazos del atleta ejecuten un movimiento
explosivo, también hacia adelante. Su cabeza tiene que quedar alineada hacia el
frente, entre los brazos. Así, el deportista deja la superficie del cubo e
inicia la fase denominada “vuelo”.
Vuelo del nadador
Una
vez que el atleta se ha despegado del cubo, durante la fase aérea de la
partida, todo su cuerpo se alinea con miras a la entrada al agua. Cuando el
vuelo concluye, el cuerpo del contendiente ha de haber adoptado la posición hidrodinámica o de “flecha”: brazos y
piernas completamente extendidas; manos y pies juntos, de modo que los dedos
gordos se rocen y, por supuesto, cabeza metida entre los brazos.
Entrada al agua del nadador
La
ruptura de la superficie hídrica debe producirse por un único espacio, a fin de que el cuerpo del competidor genere
turbulencia en un solo lugar y no pierda velocidad. En otras palabras: con ello
se busca reducir al mínimo la resistencia del agua. Es importantísimo, pues, que
el nadador no abandone la posición hidrodinámica al traspasar la superficie líquida:
primero ingresan sus brazos y la cabeza —es usual decir que con ésta debe “golpearse”
el agua—; luego lo hace su tronco y, por último, sus piernas, siempre
extendidas. Los brazos, por cierto, deben permanecer pegados a la cabeza, con
el propósito de evitar el desplazamiento de las antiparras.
Después
de quebrar la superficie del agua, el nadador debe abandonar la posición
hidrodinámica con un quiebre de cintura,
al tiempo que coloca una mano sobre la otra. Sus brazos deben continuar pegados
a la cabeza. Una vez producido dicho quiebre, el nadador tiene que tirar en
diagonal hacia arriba y mantener la velocidad de partida por el mayor tiempo
posible. La pérdida de velocidad marca el comienzo del nado subacuático.
Nado subacuático y quiebre de la superficie del agua
desde abajo
Durante
esta última etapa, cuando ha perdido su velocidad de partida, el nadador ejecuta
un movimiento de tipo ondulatorio —onda de mariposa— que le permite avanzar y,
al mismo tiempo, ir acercándose de modo gradual a la superficie del agua; esta
vez, claro está, desde abajo. Sus brazos hacen las veces de “timón” del cuerpo,
hundiéndose o levantándose según el estilo que tenga el deportista. El
movimiento ondulatorio debe tener lugar de la cintura para abajo, con el tronco
quieto; esto resulta crucial, dado que permite un avance rápido y eficaz al
disminuir, al máximo, el frente de choque que se debe enfrentar.
Ni
bien se entra en contacto con la superficie del agua, el atleta empieza a nadar
el estilo de la competencia, evitando respirar en la primera brazada para
mantener la velocidad.- Psiconauta.- 22
de marzo de 2014.-
Excelente Psiconauta, lo voy a poner en practica. Saludos
ResponderBorrarGracias, Tincho. Prometo otro artículo sobre el aspecto reglamentario de la partida y, para más adelante,uno sobre el aspecto didático (ejercicios). Un abrazo, Psiconauta.-
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